¿Por qué todo tiene que costarnos una pelea?
Tenemos que ir al ginecólogo con las respuestas aprendidas, en guardia, listas para atacar a la mínima y hacerle saber que no nos dejaremos engañar. Hay que recabar información legal, apoyo (a menudo de pago) y un traje acorazado para ir a parir, porque al mínimo descuido, en cuanto perdamos el control o la paciencia, nos abren la barriga y nos sacan a nuestros hijos.
Tenemos que comportarnos como psicóticas asociales para que los familiares respeten nuestro descanso en el postparto y mentir a las enfermeras para que no nos obliguen a darle otra leche a nuestro hijo. Tenemos que ser aleccionadas para que no caigamos cuando nos mientan y nos digan que está icterico, que le bajará la glucosa, que lo estamos matando de hambre...
Hay que cambiar mil veces de pediatra, o acostumbrarse a acudir a las visitas armadas hasta los dientes, mintiendo sistemáticamente o discutiendo cada vez y arriesgándonos a que nuestra pediatra acabe cogiéndonos manía y pueda tratar peor a nuestro hijo.
Y la lactancia... algo tan grande, tan importante, tan efímero y que cuando se va no vuelve jamás, siempre amenazada, siempre en peligro. Criticada, mal vista, obstaculizada... Hayu que resignarse a ser la madre obsesionada, la hippie que lleva al niño en un trapo, la mártir que se deja las tetas por cuidar a su hijo, la mujer sin vida privada que se metió al bebé tirano en la cama, la radical que no le daba potitos, la paranoica que todo lo compra biológico. La "demasiado madre". La que cambió las borracheras nocturnas los sábados por los besos de su hija todos los días, a cualquier hora, ¡qué mala amiga soy! Qué absurda escala de prioridades...
Lo siento mucho, siento que lo natural sea lo alternativo, que hacer lo que corresponde a nuestra especie suponga vivir siempre a la contra. Siento que mi conciencia grite mucho más fuerte que la publicidad, los consejos de gente que no sabe lo que es un hijo, que las opiniones no solicitadas y los consejitos de los que temen por mi salud mental y me aconsejan que deje el traje de madre en casa y salga a vivir la noche (no pretenderé que vengan ellos, y menos a plena luz).
Ojalá las personas que me importaban pudieran alegrarse de todo esto que estoy viviendo... les interesase escuchar algo de lo que tengo que contar, me apoyasen en mis batallitas... A veces es muy cansado que todo suponga pelearse con alguien, muchísimo. A veces una no se levanta con ánimos de morder a aquel que se interponga en su camino, hay días que necesitas un poquito de comprensión desde el exterior. Al final sólo te queda hacerte fuerte con aquellos que piensan como tú. Aunque te hagan el chistecito fácil de la secta...
Y una última reflexión para quien me lea. ¿Cuántas horas diarias pasa ud. en su puesto de trabajo? ¿Cuántos minutos del fin de semana o del tiempo libre en su casa piensa usted en su trabajo? ¿Habla de ello con sus amigos, pareja, familia? ¿Le han acusado por ello de ser un obseso de la vida laboral, un yonki a sueldo?
¿Y por qué tengo yo que ocultar que durante la mañana, en la oficina, pienso en mi hija? ¿Que pienso en ella el día que me atrevo a salir un rato y la dejo con mis padres? ¿Por qué tengo que intentar no hablar de ella con x personas para no aburrirles y que no me digan que me he vuelto monotemática?
Ésta es la persona que soy ahora, y ya es bastante difícil tener la energía para lidiar con las tonterías de los profesionales como para añadirles las gilipolleces de la gente que debería respaldarme. No "se me va a pasar", no me voy a justificar ni a disimular y si hay alguien que no quiera acompañarme en adelante, mejor, un obstáculo menos.